Llevo más de 30 años en la construcción y rehabilitación de edificios. He visto cómo las ciudades han cambiado, cómo los barrios se han llenado de andamios y fachadas cubiertas por lonas, cómo los viejos edificios renacen con sistemas nuevos. Pero también he visto cómo muchas de esas reformas no tienen en cuenta el impacto que dejamos en el planeta.
Y eso me preocupa, porque el habilitar edificios está bien y es necesario, pero hacerlo sin pensar en el aire que respiramos, en el agua que bebemos o en los suelos que pisamos es un error.
Antes de hablar de soluciones, conviene entender el problema
En España, el 80% del parque inmobiliario es anterior a 1980. Muchos de estos edificios tienen una eficiencia energética muy baja. Rehabilitarlos puede mejorar la vida de quienes los habitan, sí, pero si lo hacemos mal, el coste ambiental es altísimo.
El IDAE proporciona una metodología para calcular la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en proyectos de rehabilitación energética, porque las emisiones de CO2 son altísimas si hablamos de construcción y rehabilitación de edificios.
Pero no se trata solo de emisiones, hablamos de residuos de obra mal gestionados, aguas residuales con restos de productos químicos, y polvo que acaba en los pulmones de quienes viven cerca o trabajan en la obra. Se estima que el sector de la construcción genera el 35% de los residuos totales en Europa. En España, la cifra ronda los 28 millones de toneladas anuales.
Los suelos también sufren. El movimiento de tierras, la compactación por maquinaria pesada, el uso de materiales contaminantes… todo eso deja una huella que tarda décadas en borrarse. Además, muchos productos de construcción, como las pinturas con disolventes, las espumas o los adhesivos, pueden liberar compuestos orgánicos volátiles (COVs) que se infiltran en los suelos y llegan incluso a las aguas subterráneas.
A eso hay que sumarle otro problema: el ruido constante, la ocupación de espacios públicos y la generación de polvo fino en suspensión, que puede causar problemas respiratorios en niños y personas mayores.
Por eso, más que nunca, necesitamos formas nuevas de construir y rehabilitar. Formas que miren al futuro sin destrozar el presente.
Qué es la geotermia y por qué debería importarte
Geneo es una empresa de construcción y rehabilitación concienciada con este tema, y además usa la geotermia para impactar menos en el medio ambiente. Fue una de las que me asesoraron antes del cambio, y quienes me explicaron que la geotermia aprovecha el calor natural que hay bajo nuestros pies. No estamos hablando de pozos profundos que llegan al centro de la Tierra. En realidad, con solo excavar entre 100 y 150 metros, podemos encontrar una temperatura bastante constante durante todo el año, entre 10 y 16 grados, según la zona.
Esa temperatura se puede usar para calentar o enfriar un edificio. ¿Cómo? Con un sistema que lleva un líquido por unas tuberías enterradas bajo tierra. Ese líquido absorbe el calor del suelo en invierno o lo devuelve en verano. Todo con una bomba de calor que hace circular el sistema.
Lo más interesante es que este tipo de energía es limpia. No emite gases contaminantes, no depende de combustibles fósiles y tiene una vida útil larga: más de 25 años en la superficie y hasta 50 en las tuberías enterradas.
No necesita grandes espacios ni torres exteriores. Es silenciosa. Es estable. Y se puede combinar con otras soluciones como la energía solar o el aislamiento térmico para multiplicar su eficiencia.
Cómo protege la geotermia al medio ambiente
A diferencia de otros sistemas de climatización, la geotermia no produce humo, ni ruido, ni residuos. No contamina el aire. En zonas urbanas, donde los edificios están muy juntos, esto es fundamental.
Un edificio que use geotermia puede reducir sus emisiones de CO₂ entre un 60% y un 80% respecto a uno que use gasóleo o gas natural. Eso significa miles de toneladas menos al año en ciudades grandes.
También se ahorra agua, porque este sistema no necesita torres de refrigeración ni circuitos que se llenen y vacíen. Además, al no emitir gases ni partículas, protege la calidad del aire. Y eso, en lugares con mucha población, ayuda directamente a la salud.
Otro punto importante: al usar menos energía, se reduce la necesidad de producir electricidad en centrales, muchas de ellas contaminantes. Es decir, no solo el edificio contamina menos, sino que fuerza a que se contamine menos en otros sitios.
Y no hay que olvidar algo importante: el suelo no se daña de forma permanente. Las perforaciones son limpias, controladas, y una vez instaladas las sondas, el terreno vuelve a su estado original en superficie.
Cómo se puede aplicar la geotermia en rehabilitación
Lo primero que se hace es un estudio del terreno para saber cuántos metros hay que perforar. Luego se instalan las sondas (las tuberías que van bajo tierra), se conectan a la bomba de calor, y esta se encarga de repartir el calor o el frío al edificio.
En edificios antiguos, es muy común aprovechar la rehabilitación para cambiar también los radiadores, el aislamiento, las ventanas… Todo eso ayuda a que el sistema sea más eficiente.
Y aunque la inversión inicial es más alta que poner una caldera de gas, en pocos años se amortiza con el ahorro en energía. Además, existen ayudas públicas, como las del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia financiado por la Unión Europea, que pueden cubrir entre el 40% y el 80% del coste.
Cada vez más comunidades de propietarios se animan a plantearlo. Algunas incluso lo combinan con placas solares para generar electricidad y alcanzar una autonomía energética casi total.
Ventajas para los vecinos y para el planeta
Una vez instalado el sistema geotérmico, el ahorro puede llegar al 70% en calefacción y al 50% en refrigeración. Eso se nota en la factura.
También mejora el confort. El calor es más uniforme, no hay corrientes de aire, ni ruidos, ni combustión. Y si se combina con suelo radiante, el resultado es aún mejor.
Para el planeta, es un respiro. Cada edificio que cambia su sistema de climatización por uno geotérmico es un edificio que deja de emitir gases que agravan el cambio climático. Es una forma concreta de ayudar.
Y si además usamos materiales reciclados, aislantes naturales, pinturas sin tóxicos y gestionamos bien los residuos, el impacto positivo se multiplica.
Una instalación geotérmica también requiere menos mantenimiento que una caldera tradicional. No hay quemadores, ni combustibles, ni riesgo de fugas peligrosas. Eso da tranquilidad.
Y no olvidemos que cada euro ahorrado en calefacción o refrigeración es un euro que puede invertirse en mejorar el edificio, en bajar las facturas o en hacer mejoras para los vecinos.
El planeta no puede esperar
No lo digo como una frase hecha, lo digo porque cada año que pasa sin hacer cambios, empeoran los efectos del clima, aumentan las enfermedades respiratorias y se pierden recursos naturales que no vamos a poder recuperar. La forma en la que construimos tiene que cambiar. Y no hablo de grandes revoluciones, ni de soluciones imposibles. Hablo de decisiones concretas, reales, que podemos tomar ahora mismo, en cada obra, en cada rehabilitación.
La geotermia es una de esas decisiones. Es del presente. Existe, funciona y está al alcance de más gente de lo que se cree. Es una solución madura, eficaz y respetuosa con el medio ambiente. No contamina, no emite gases peligrosos, no consume recursos limitados. No daña el suelo, ni envenena el agua, ni llena el aire de humo. Y además, mejora la calidad de vida de quienes viven en esos edificios. Se nota en el confort, en el ahorro, y en la tranquilidad de saber que se está haciendo lo correcto.
Es cierto que no todo el mundo puede asumir la inversión inicial. Pero para eso están las ayudas, las subvenciones, la financiación. Y para eso hace falta que las administraciones públicas se tomen en serio este asunto, que informen mejor, que faciliten el camino.
Yo llevo más de 30 años viendo cómo se hacen las cosas. Y por fin empiezo a ver cambios, pero hablar ya no basta: hay que actuar. Y cuanto antes lo hagamos, mejor será para todos. Porque no solo estamos rehabilitando edificios. Estamos decidiendo cómo será el mundo que dejamos a los que vienen detrás de nosotros.
Lo que podemos cambiar desde hoy
La próxima vez que tengas que rehabilitar un edificio, piénsalo bien. ¿Realmente necesitas una caldera nueva de gas? ¿O puedes dar el paso hacia algo más limpio? ¿Tienes espacio para perforar? ¿Puedes combinarlo con mejores ventanas o mejor aislamiento?
Y si eres arquitecto, promotor, vecino, constructor o político: infórmate. Hay equipos que ya están especializados en geotermia. Hay subvenciones. Hay asesoramiento. No hace falta inventar nada, solo hace falta voluntad.
Yo ya lo he hecho en varias obras. Al principio cuesta convencer a la gente, pero cuando los vecinos ven lo que ahorran y cómo cambia el ambiente del edificio, todo el mundo lo entiende.
Tenemos en nuestras manos una herramienta potente para cuidar el planeta mientras cuidamos de nuestras casas.
No se trata de renunciar a vivir bien. Se trata de vivir mejor sin destruir lo que nos rodea.